La educación superior como vehículo para la articulación intercultural en América Latina

Higher education as a vehicle for intercultural interaction in Latin America

Andrés Fábregas Puig

Resumen

Siempre ha existido una tensión en las universidades mexicanas por encontrar un modelo educativo que contribuya a la aculturación y asimilación de la variedad cultural del país para consolidar una sociedad nacional de predominantemente mestiza. En la actualidad en el centro del debate se encuentra la funcionalidad de las universidades interculturales, debido a viejos prejuicios y sentimientos racistas que son herencia del pasado colonial. Pero son éstas mismas las que deben tener como objetivo principal la formación de un nuevo ciudadano, que valore altamente la diversidad cultural y acepte la pluralidad.

Palabras clave: Interculturalidad, universidades, educación superior.

Abstract

In mexican universities, a tension has always existed to find an educative model that contributes to the acculturation and assimilation of the cultural diversity to consolidate a mix (meztiza) predominant national society. At the present time the main debate is found in the functionality of intercultural universities, due to old prejudice and racist sentiments that are inherited of our colonial past, but these are the same ones that have to have as a main objective a new citizen formation that highly values and accepts plurality.

Key words: Interculturality, universities, higher education.

El siglo XIX en América Latina —incluyendo el Caribe— fue el escenario del desarrollo del pensamiento liberal. A finales del siglo XVIII se perfilaba el predominio de los planteamientos liberales, como lo muestra la actividad de las Sociedades Económicas de Amigos del País a lo largo y ancho del continente. Un destacado ejemplo de ello es el caso del fraile chiapaneco Matías de Córdova, que en 1797 publicó un texto titulado "Utilidades de que todos los indios se vistan y calcen a la española y medios de conseguirlo sin violencia, coacción ni mandato". El texto respondía a la convocatoria emitida por la Sociedad Económica de Amigos del País de Guatemala para que los ensayistas de la época expresaran su opinión acerca del estado que guardaba el desarrollo social en los territorios coloniales. El ensayo de Fray Matías de Córdova obtuvo el primer lugar.

Lo que planteaba el fraile chiapaneco era la creación de un mercado interno fuerte que desatara el potencial de compra que tenían los pueblos indios y la población mulata. La manera de hacerlo era creando la necesidad en los indios y mulatos de vestir y calzar a la usanza de España. Con ello surgiría un enorme mercado que auspiciara el comercio y el desarrollo, además de incorporar a los indios y a los mulatos a la sociedad que venía configurándose como nacional. Veamos cómo planteó su propuesta fray Matías de Córdova:

Únicamente necesitando los indios y mulatos de vestir, y calzarse, se excitarán del ocio, gozarán de una vida cómoda, asegurarán su felicidad, necesitando los unos de los otros, que es lo que hace al hombre sociable. Porque supongamos a todos vestidos y calzados: ya el indio necesitará a los artesanos y a los comerciantes, lo mismo que nosotros. Estos tendrán más expendio y aquéllos en qué poderse ejercitar. Tendrá aumento el ganado menor, y los que tejen el pañete lo harán más fino y barato. En este caso, no combinarán las ganancias con las pocas varas que se venden. Y esto mismo es fácil conocer en todos los géneros y oficios. (Fray Matías de Córdova (1797), (1951), 1992, página 17).

El párrafo anterior bien podría haberlo suscrito alguno de los economistas clásicos, como David Ricardo o Adam Smith. Se inscribe claramente en la corriente liberal de fines del siglo XVIII y en el planteamiento mercantilista que considera factible la creación de sociedades nacionales a través del mercado. Por supuesto, el planteamiento incluye la añeja e insistente idea de los liberales de que los pueblos indios, y en general la diversidad cultural, son un estorbo para la integración de sociedades nacionales. Estas ideas se fortalecieron en vísperas de las independencias y se consolidaron al erigirse los primeros estados nacionales en América Latina. De hecho, estos argumentos fueron componentes de las teorías de la aculturación que recorrieron a América Latina en el siglo XX, y en cuya difusión tuvo influencia notable la antropología mexicana identificada con el indigenismo, de la mano de líderes intelectuales como Gonzalo Aguirre Beltrán y Alfonso Caso. Esas ideas del liberalismo forjado en los días coloniales continuaron por varias vías, una de las cuales fue la planeación de la educación superior en particular o la educación en general, como un medio para inducir la aculturación de los pueblos indígenas.

Si se reflexiona acerca de cómo surgieron las universidades en nuestros países, no tardaremos en caer en cuenta que fueron concebidas como instrumentos para la aculturación y la homogeneización de la población. Nuestras universidades, además de su impronta cristiana de origen, también acusan las herencias de las ideas liberales y de los convencimientos de época de que la civilización estaba de un solo lado: el occidente. Es decir, el prejuicio contra la variedad cultural creció y se fortaleció en nuestras instituciones de educación superior, a través de inculcar en la juventud latinoamericana la idea de que los conocimientos de los pueblos originarios eran inválidos. Es el mismo planteamiento que desde el siglo XVI se hiciera en el marco del establecimiento de los regímenes coloniales. La idea cristiana de que la verdad es monopolio de la civilización procreada bajo su dictamen se hereda, con otros contextos, por los planteamientos de los intelectuales liberales que en ello concuerdan con los conservadores. Es decir, admitiendo los matices de unos y otros y la variedad de planteamientos —mismos que hacen de las etiquetas liberal y conservador un terreno muy complejo—, lo cierto es que los sectores sociales de origen europeo en América Latina estaban, y en gran medida lo siguen estando, convencidos de la inviabilidad de las sociedades originarias. La riqueza de la variedad lingüística, por ejemplo, se concibió como una formidable barrera para la creación de sociedades nacionales sobre las que debían afianzarse los estados nacionales surgidos del derrumbe del sistema colonial. No se percibió su riqueza y potencial para la creatividad, sino que se les asignó el papel de hablas subordinadas, incapaces de desarrollarse y destinadas a la desaparición.

Las universidades de América Latina se desarrollaron en forma conflictiva. De manera paradójica, como el caso mexicano, de las universidades egresaron los cuadros políticos que gobernaron y gobiernan nuestros países, pero también los sectores críticos que cuestionaron la dirección del desarrollo económico y la ausencia de formaciones políticas democráticas. De su lado, los estados nacionales concibieron a sus propias universidades como veneros críticos que debían ser controlados. Incluso, en un contexto como el mexicano, las propias universidades de los estados de la federación se tornaron incómodas para los regímenes políticos y aun los cacicazgos. Universidades hubo en las que el cacicazgo decretó que no se abrieran las disciplinas de las ciencias sociales por considerarlas inútiles además de revoltosas. Siguiendo con el ejemplo mexicano, en el año de 1968, surgió un movimiento estudiantil de grandes magnitudes que aglutinó a una parte de las universidades públicas y centros de enseñanza superior de la ciudad de México. Este movimiento cuestionó con severidad la falta de democracia del régimen político y los excesos de las formas autoritarias de ejercer el poder y manejar la administración pública. El régimen de aquellos días no supo responder y terminó reprimiendo a los universitarios que en la noche triste del 2 de octubre vieron caer a una gran cantidad de sus compañeros. Trayectorias como la que describimos existen en las universidades de América Latina; pero en contraste notable, impera la ignorancia del otro, de las sociedades originarias llamadas indias. Fue hasta hace poco tiempo que inició un proceso para admitir a las culturas originarias en las aulas universitarias. El proceso de la educación intercultural se mueve así, entre una voluntad de aculturación inducida y asimilación de la variedad cultural y otra que apunta hacia el establecimiento de relaciones de equidad en la educación, incluyendo el respeto a la variedad de la cultura. Esa tensión no está resuelta.

Ciertamente, la enseñanza y la investigación en antropología conformaron una suerte de isla en ese mar de instituciones de educación superior que ignoraban a las sociedades indias, pero aun en ese caso, notamos las contradicciones y desencuentros con las culturas originarias. Abundando en el caso mexicano, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) se estableció en pleno sexenio cardenista —uno de los periodos más nacionalistas del Estado Nacional Mexicano— pero para contribuir a la aculturación y asimilación de la variedad cultural del país en aras de consolidar una sociedad nacional de impronta mestiza. Se concibió a los antropólogos que egresarían de la ENAH como agentes activos en los programas de aculturación inducida promovidos por el Estado a través del Instituto Nacional Indigenista (INI) . El modelo mexicano se extendió por toda América Latina creándose, en varios países, institutos indigenistas a imagen y semejanza de los mexicanos. Incluso, a instancias del gobierno del general Lázaro Cárdenas, se estableció el Instituto Indigenista Interamericano, con sede en la ciudad de México. La gran cruzada para establecer sociedades nacionales monoculturales se puso en marcha en nuestras naciones, aprobadas por amplios sectores sociales, incluyendo a los intelectuales de variado signo político. El indigenismo unificó el espíritu criollo en América Latina.

Sin embargo, la relación estrecha que los antropólogos establecieron con las sociedades a las que había que incorporar y asimilar, dio como resultado la etnografía de la variedad cultural en su más amplia acepción y el surgimiento, desarrollo y consolidación de la crítica al indigenismo y a las teorías de la asimilación cultural. Se abrió paso el convencimiento de que las sociedades indígenas eran viables, además de defenderse su derecho a escoger sus propios caminos. Los más lúcidos antropólogos latinoamericanos, críticos del indigenismo, probaron que la variedad cultural no era una amenaza a la nación y sí un potencial importante para ofertar soluciones a los ingentes problemas que enfrentan nuestros pueblos. Así como las políticas públicas asimilacionistas nacieron en las escuelas de antropología en América Latina, así en ellas mismas se incubó la crítica y el diseño de alternativas. No era la integración que asimila a la variedad cultural —y no lo es— el camino, sino la articulación de las diferencias culturales lo que fortalece a las sociedades nacionales latinoamericanas. La variedad cultural es la fortaleza de nuestras naciones mientras que la desigualdad social es su problema más agudo. La conflictividad de clase social que implica la desigualdad social es la cuna de los grandes conflictos que enfrentan las sociedades de Latinoamérica.

La crítica al indigenismo tardó en manifestarse en un nuevo proyecto de educación superior en las naciones latinoamericanas. Pero surgieron en el siglo XX, en coyunturas diferentes, las primeras instituciones de educación intercultural. En Centroamérica hay pasos pioneros como el que representa la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (URACCAN). Hacia principios del presente siglo, ha sido notable la fundación de universidades interculturales en América Latina, como puede documentarse en los trabajos de Daniel Mato y en los libros colectivos coordinados por este antropólogo venezolano.

El establecimiento de las universidades interculturales se ha enfrentado a varios problemas en los distintos ámbitos nacionales en que han surgido. Uno de los más recurrentes es la confusión entre indígena e interculturalidad. Los añejos prejuicios se manifiestan de nuevo para plantear que las universidades interculturales son recintos propios para los indios. La noción de interculturalidad nos remite, de inicio, a una relación entre culturas diferentes. La teorización de la noción discurre por los planteamientos que elaboran la naturaleza de esa relación: debe ser equitativa y en condiciones de igualdad de género. La relación intercultural que buscamos a través de los modelos educativos es aquella que admite plenamente la variedad de la cultura, la celebra y promueve el establecimiento del derecho de cada una a desarrollar sus propios términos para articularse a la sociedad nacional.

En ese sentido, el trabajo con las comunidades lingüísticas es altamente prioritario, porque las lenguas originarias han sido severamente golpeadas desde el establecimiento del régimen colonial hasta nuestros días. Por el lado de los idiomas originarios, es importante prestigiarlos, situarlos en la misma tesitura social del castellano o de la lengua dominante en un contexto concreto. Por el lado de las comunidades lingüísticas dominantes, se debe trabajar en la aceptación de la variedad lingüística y en normas de respeto al otro hablante. Todo idioma es una compleja forma de comunicación, pero también, una compleja forma de pensamiento. En los recintos de educación superior intercultural, es prioritario trabajar para restituir esa capacidad a los idiomas originarios, alentando con los resultados de la investigación concreta la creación de conocimiento, de literatura y de formas de expresión de las diversas concepciones del mundo.

Entre las comunidades lingüísticas dominantes, el trabajo es revelar la complejidad de las lenguas diferentes, sus altas capacidades creativas y sus dinámicas de desarrollo decididas por las propias comunidades de habla. De hecho, el trabajo de los lingüistas antropólogos constituye una base de inapreciable valor para el logro de estos propósitos. El trabajo acumulado de análisis de las particularidades de los idiomas hablados en América Latina constituye uno de los bancos de conocimiento más apreciados en las universidades interculturales. En México, incluso, la aprobación y entrada en vigencia de la Ley de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas admite la existencia de lenguas nacionales en planos de igualdad de derechos. No existe una lengua oficial en México; la lengua franca de la nación mexicana es el castellano por la dinámica histórica que lo explica, pero desde la promulgación de la Ley de Derechos Lingüísticos, todo hablante tiene derecho a expresarse en su propia lengua. En términos legales, ello tiene múltiples y complejas implicaciones, no sólo en los ámbitos jurídicos, sino en los sociales, académicos y culturales.

Pienso que en América Latina estamos urgidos de establecer sociedades abiertas, igualitarias y plurales. En términos de las comunidades lingüísticas, cuya dinámica depende de ellas mismas, es necesario, sin embargo, establecer condiciones que permitan la igualdad de circunstancias para el desarrollo de los idiomas hablados en un ámbito nacional.

En otros aspectos, el modelo intercultural de educación superior admite la medicina alternativa y la complementariedad del conocimiento en ese terreno. Este es uno de los aspectos que ha provocado mayores discusiones y las seguirá provocando. Piénsese en los intereses de los laboratorios poderosos que no admiten la otredad en la medicina; más aun, no admiten que sus propios productos se basen, en no pocos casos, en el conocimiento de la herbolaria. América Latina es una de las partes del planeta con mayor riqueza natural y cultural en el terreno de las técnicas y conocimientos médicos vernáculos. No obstante que las universidades interculturales han logrado introducir dichos conocimientos en el aula, lejos de estar consolidada, la enseñanza y la investigación de la llamada medicina tradicional está en sus inicios. Pero su inclusión en las universidades interculturales abre las expectativas de que contribuya a abatir la mercantilización de la medicina, que llega en nuestros países a niveles impensados. Ello es elocuente testimonio de que algo muy importante está fallando en la enseñanza de la medicina en las universidades latinoamericanas: el código ético, que en varias universidades ha quedado enterrado y es sólo un recuerdo en la memoria de los médicos viejos.

Las universidades interculturales enfrentan también los viejos prejuicios y los sentimientos racistas, herencias del pasado colonial. Las burocracias que manejan los recursos públicos de nuestros estados nacionales, están, en su mayor parte, convencidas de que las sociedades indígenas son el mayor estorbo para el desarrollo. En congruencia, se preguntan: ¿para qué queremos universidades que fomenten el respeto a la variedad cultural? Menos comprenden el valor de publicar en los idiomas vernáculos: ¿quién leerá esos libros?, cuestionan. Pero la dinámica de las reivindicaciones culturales requiere de la presencia de los idiomas originarios en los escenarios de nuestras naciones. De allí la importancia de formar a un nuevo intelectual latinoamericano que sitúe a los idiomas vernáculos en los mismos planos que los más prestigiados.

La comunicación intercultural es un proceso complejo al que la antropología está en capacidad de contribuir dado su bagaje teórico y su experiencia etnográfica. Este es otro de los problemas que la educación superior intercultural está abordando con cada vez mayor demanda por parte de amplios sectores de la sociedad. Las televisoras de América Latina están volcadas hacia lo superficial; inculcan en la sociedad un sentido de indiferencia hacia los temas sociales y de convivencia cultural. De hecho, son una excepción las televisoras latinoamericanas en las que está presente la variedad de la cultura. En la abrumadora mayoría de estaciones televisoras latinoamericanas, la presencia de la riqueza cultural de nuestros países es efímera, como una nota de folklor, como una referencia curiosa, como una mirada hacia lo más extraño. Frente a ello, una nueva concepción del valor de la variedad cultural tiene el potencial de establecer, si se quiere a largo plazo, una nueva configuración de los medios masivos de comunicación. La importancia de estos en la modelación de actitudes y mentalidades ha sido ampliamente reconocida por una diversidad de estudiosos. La educación superior intercultural debe abonar a favor de medios en donde se facilite el mutuo conocimiento y se aborde la problemática contemporánea desde perspectivas que ofrezcan una salida a los confusos laberintos del prejuicio.

Las universidades interculturales deben proponerse contribuir a la formación de un nuevo ciudadano, que valore altamente la diversidad cultural y acepte la pluralidad. Ello va más allá de la tolerancia. Se trata de aceptar y de disfrutar la variedad de la cultura, la riqueza mayor de los países latinoamericanos. Nuestras sociedades están urgidas de pasar del solo multiculturalismo a la conformación de sociedades plurales con relaciones interculturales equitativas. No se trata sólo del reconocimiento de que existe la diferencia cultural, sino de llegar a una pluralidad en la que cada cultura se articule según sus términos y sus objetivos. Para ello, la desigualdad social sí que es una barrera formidable.

El problema más sobresaliente de nuestras sociedades es la brecha tan ancha entre los sectores de la población que controlan los medios de producción, las mediaciones del trabajo social y quienes están excluidos de ello. En ese sentido, el linaje crítico de las universidades es un aporte a la búsqueda de alternativas, de modelos de relación social que establezcan con claridad las vías de una articulación equitativa. Ciertamente esos modelos no están a la vista. Es necesario elaborarlos con los elementos que aporta la reflexión sobre el pasado y sus enlaces con el presente, afinando la investigación intercultural y distinguiendo la historia posible de la historia dada. Ese bagaje crítico de las universidades latinoamericanas es un referente para un sistema de educación superior fincado en la teorización de la interculturalidad.

Es importante señalar, finalmente, que los aportes de la antropología han sido un apoyo para establecer un nuevo ámbito universitario en América Latina basado en la interculturalidad. Es así que la antropología ha recorrido los caminos y los rostros de la diversidad, desentrañando la complejidad de la elaboración humana. Fue por la etnografía y la reflexión que las culturas de América Latina se descubrieron en sus potencialidades y le imprimieron a la disciplina antropológica una dirección hacia el compromiso con nuestras identidades e historias.

Por eso el sello de la antropología latinoamericana es tan distinto, tan enraizado en la etnografía profunda de las situaciones concretas de la variedad cultural. Llevar el conocimiento sobre la alteridad hasta establecer modelos de educación superior en congruencia es uno de los enlaces reales entre la antropología latinoamericana y las tradiciones universitarias. El ideal de José Martí, de que la pluralidad latinoamericana sea una realidad en la elaboración de nuestra América es uno de los más provocadores estímulos para la educación superior intercultural y para la propia antropología.

Fuentes

Bonfil, G. (1991). Pensar nuestra cultura. México: Alianza Editorial.

Fábregas, A. (2011). De la teoría de la aculturación a la teoría de la interculturalidad. Educación y asimilación: el caso mexicano. En María José Pastor Alonso y Francisco Almarcha Martínez (eds.), Interculturalidad. Comunicación y educación en la diversidad. España: ICA-RIA-Universidad de Alicante.

De Córdova, M. (abril-junio de 1951). El problema del Indio (1797). Utilidades de que todos los indios y ladinos se vistan y calcen a la Española y medios de conseguirlo sin violencia, coacción ni mandato. En revista Ateneo Chiapas, pp.13-31.

Mato, D. (coord.). Diversidad cultural e interculturalidad en educación superior. Experiencias en América Latina. Caracas: IELSAC-UNESCO, 2008.

Andrés Fábregas Puig. Doctorado del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Maestro en Ciencias Antropológicas y Licenciado en Etnología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Fundó el Departamento de Antropología de la UAM-Iztapalapa, fundó la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas y fue su primer Rector. También fundador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social del Sureste (CIESAS-Sureste), Contribuyó a fundación de la Universidad Intercultural de Chiapas (San Cristóbal) de la que fue el primer Rector. Es Premio Tenamaxtle 2014, Centro Universitario del Norte del Norte, Universidad de Guadalajara, así como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH).

Entre sus múltiples publicaciones, destacan La formación histórica de una región. Los Altos de Jalisco (CIESAS, 1986), Antropología Política. Una Antología (Editorial Prisma, 1976), La formación histórica de la Frontera Sur (CIESAS, 1985), Entre Mundos (El Colegio de Jalisco, 2000), Entre Parientes (El Colegio de Jalisco, 2001), Regiones y Fronteras (El Colegio de Jalisco, 2002), Lo sagrado del rebaño. El futbol como integrador de identidades (El Colegio de Jalisco, 2000), Configuraciones Regionales Mexicanas. Un Planteamiento Antropológico, Vols. I y II (Gobierno del Estado de Tabasco/Universidad Intercultural de Chiapas, 2010-2011).