Desarrollo y despojo en la agricultura, una visión intergeneracional desde la condición juvenil rural

Development and dispossession in agriculture, a vision intergenerational from rural youth condition

David Sánchez Sánchez *

RESUMEN

La condición juvenil rural se comprende a partir de tres dimensiones: la estructural, la territorial y la intersubjetiva. A partir del eje intergeneracional de la dimensión intersubjetiva surgen nuevos enfoques para analizar la problemática derivada de los monocultivos de maíz. Estos han sido una de las maneras en que el sistema agroalimentario mundial se ha impuesto como modelo de desarrollo y ha generado procesos de despojo en las comunidades, cuyos efectos nocivos a la salud, al medioambiente y a las relaciones sociales son acumulativos para las nuevas generaciones.

Palabras clave: monocultivos, sistema agroalimentario mundial, juventudes rurales, desarrollo rural, perspectiva intergeneracional.

ABSTRACT

The rural youth condition is understood from three dimensions: the structural, the territorial and the intersubjective. From the intergenerational axis of the intersubjective dimension, new approaches emerge to analyze the problems derived from monoculture maize, which have been one of the ways in which the world agri-food system has established itself as a development model and has generated processes of dispossession in communities, whose harmful effects on health, the environment and social relations are cumulative for the new generations. Keywords: monocultures, world agri-food system, rural youth, rural development, intergenerational perspective.

INTRODUCCIÓN 1

Este artículo explora los intersticios de una problemática compleja, buscando puentes entre distintas disciplinas de las ciencias sociales para comprender algunos fenómenos que se vienen dando en territorios rurales de América Latina y el mundo. En ellos, la creciente industrialización de la agricultura amenaza al medioambiente y, sobre todo, genera procesos de descampesinización que rompen con dinámicas indígenas y campesinas milenarias, desplazando a las personas de sus medios de subsistencia, ocasionando que cada vez menos jóvenes puedan y quieran dedicarse a la agricultura como modo de vida digna.

Al buscar comprender la genealogía de lo juvenil en Palos Altos (del municipio Ixtlahuacán del Río), una comunidad ranchera del estado de Jalisco, se develó como imprescindible entender los procesos de transformación rural que se gestaron a partir de los discursos e intervenciones de desarrollo, entre los que desatacan la revolución verde y el aumento de la escolarización. En conjunto con otra serie de situaciones sociales locales, nacionales e internacionales, estos confluyeron para que surgiera lo juvenil como intersubjetividad distinta (Sánchez, 2020) y en concreto la multiplicidad de juventudes rurales.

Estudiar estos procesos requirió de una perspectiva histórica en la que las temporalidades se fueron revelando no lineales ni unidireccionales, como lo dictaría una concepción moderna, y para ello se requirió construir una perspectiva intergeneracional. Bajo esta mirada fue posible revisar cómo han operado los discursos y las prácticas de desarrollo, generando procesos de devastación ambiental y de despojo, que van erosionando la vida de las comunidades en general, además amenazando las posibilidades de vida digna para niños, niñas y jóvenes que viven en los territorios rurales.

El texto se inicia planteando la problemática relacionada con el sistema agroalimentario mundial en términos de despojo y desarrollo, sobre todo contextualizada en Latinoamérica y en específico en Palos Altos, localidad donde se realizó la investigación. Posteriormente, presento una síntesis del concepto condición juvenil rural, que es la propuesta central en la tesis mencionada, de la cual surgió la perspectiva intergeneracional que permitió rastrear las transformaciones rurales desde las vivencias y significaciones de las distintas edades. Ello articula la dimensión intersubjetiva con las dimensiones estructural y territorial, que en conjunto posibilitan comprender a profundidad a las juventudes rurales.

DESARROLLO Y DESPOJO: LAS DOS CARAS DE LA MONEDA DEL SISTEMA AGROALIMENTARIO MUNDIAL

La historia del capitalismo es en gran medida la historia del despojo al medio rural para construir el poderío en las ciudades (Echeverría, 2013), aunque siempre existe el vínculo de las grandes urbes con los territorios de donde surge su alimento. Por lo mismo, analizar fenómenos en lo rural exige pensar en la agricultura y tratar de comprender

los procesos sociales agrarios generados por la expansión de la revolución verde, sus conexiones con las estructuras capitalistas globales, las diferentes formas de penetración del capitalismo en lo rural, las particularidades de las clases sociales agrarias, los límites del capitalismo en la agricultura, el futuro de las sociedades campesinas y su papel en las luchas políticas, entre otras cuestiones (Romero, 2012, p. 17).

Aunque es limitado seguir sosteniendo sin cuestionar la dicotomía urbano-rural, esta sigue presente a distintos niveles; además, en la sociología rural ha sido una de las bases de construcción del conocimiento. Sin embargo, hay otros planteamientos que hablan de las "nuevas ruralidades" (Giarraca, 2001), lo cual es análogo al planteamiento del concepto de juventudes. Ambas nociones coinciden en salir de una mirada homogeneizante de lo rural y de la juventud, y abordan la necesidad de reconocer las diversas experiencias dadas por las intersecciones culturales, territoriales y de toda índole que complejizan la manera de entender ambas esferas. Sámano y Romero (2007) hablan sobre los contextos rurales:

Están en un constante proceso de cambio que repercute en su estructura como consecuencia del proceso globalizador en el cual se encuentran inmersos, el modelo económico ejercido por el Estado, a las nuevas formas de mercado que la globalización exige y como parte fundamental a la facilidad que hoy se tiene en el sentido del fácil acceso a la modalidades y cambios culturales, que hoy la población rural adquiere a través de los medios de comunicación y al galopante avance de las tecnologías, principalmente en la televisión, telefonía celular y vías de comunicación, que permiten el fácil acceso a una nueva forma de vida comunitaria, lo que ahora se ha dado en llamar nueva ruralidad (Sámano & Romero, 2007, p. 169).

Tanto en las discusiones sobre nuevas ruralidades como de juventudes rurales resulta antropológicamente interesante ver las formas por medio de las cuales características urbanas se mezclan y manifiestan en las intersubjetividades rurales. No obstante,

el peligro está en que al centrar la atención en las pequeñas identidades se deje de lado su adscripción a identidades de mayor escala, en que los escenarios territorializados del acontecer cotidiano oscurezcan el transcurrir estructural y sistémico del que forman parte (Bartra, 2011, p. 121).

Por lo anterior es importante enmarcar estas diferencias en procesos mayores como el desarrollo en el siglo pasado, el neoliberalismo de las últimas décadas o, más ampliamente, la descampesinización que ha sido componente del devenir del capitalismo y que ha permitido el surgimiento de un sistema agroalimentario mundial.

Cuando en el mundo comienza el discurso del desarrollo en 1949 (Escobar, 2007), una de sus primeras manifestaciones en los países entonces llamados "subdesarrollados" como México fue el impulso a la industrialización de la agricultura. Se buscó la similitud a la agricultura intensiva estadounidense, que ya había sido conocida por muchos hombres jóvenes del occidente mexicano (Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Zacatecas, principalmente) que fueron contratados en la posguerra como mano de obra agrícola, a través de contratos temporales con el llamado Programa Bracero en acuerdo con Estados Unidos.

El sustento económico de México, como economía campesina tradicional, era la agricultura, la cual fue transformándose participando en la conocida revolución verde (Pichardo, 2006). Esta consistió en una estrategia conjunta desde la intervención estatal para buscar desarrollo rural, y fue impulsada inicialmente por la Fundación Rockefeller en el decenio de los cuarenta del siglo pasado. La fundación propuso como principal estrategia de desarrollo un modelo de modernización de la agricultura y de generación de tecnologías dirigido a promover las ciencias agrícolas en América Latina (Jiménez, 1990).

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, creado en 1962, se encargaba de difundir a nivel latinoamericano y mundial los avances de la revolución verde en el cultivo del maíz del trigo, en donde México se convirtió en el laboratorio de la nueva tecnología con el fin de llevar el modelo fuera del país (Pichardo, 2006). Este modelo consistía básicamente en que semillas híbridas, maquinaria y productos químicos eran entregados por empresas, siguiendo indicaciones del Estado (Pichardo, 2006, p. 61).

La creciente urbanización e industrialización de la vida en el campo es parte del imaginario de desarrollo que rodeó este proceso. Así lo veía Norman Borlaug, "padre" de la revolución verde:

Al provocar cambios sociales y económicos rápidos [la revolución verde] generaba entusiasmo y esperanza renovada en una vida mejor [...] desplazando una actitud de desesperación y apatía que había embargado el tejido social de estos países solo unos años atrás [...]. En el despertar existe una demanda creciente de más y mejores escuelas, mejores viviendas, mejores formas de almacenamiento, mejores vías y transporte rural, más electricidad para impulsar los motores y pozos e iluminar las casas [...]. A medida que la actividad del país continúa creciendo [...] muchos millones de habitantes rurales que antes vivían por fuera de la economía general del país, en un nivel de subsistencia, se están convirtiendo en participantes activos de la economía. Otros millones desean ingresar (como se citó en Escobar, 2007, p. 269).

Al contrario de lo que este idílico testimonio exhortaba, las ciudades crecieron, el campo se fue vaciando y se fortaleció la agroindustria (Machado, 2002), y en ese devenir en las últimas décadas fue constituyéndose un sistema agroalimentario mundial. Este concepto parte de una línea argumentativa que han desarrollado organizaciones como Vía Campesina, GRAIN y el Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración en relación con la soberanía alimentaria y los efectos de la agricultura industrial en el ambiente y en el cambio climático.

A partir de este concepto se pueden entender las tendencias que se hacen presentes en la agricultura de Palos Altos. El mismo Gobierno de México también habla de sistema agroalimentario como una visión de todo lo referente al sector (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, 2010, p. 122).

Con la engañosa promesa de combatir el hambre, la expansión del sistema agroalimentario mundial en prácticamente todos los territorios rurales ha introducido grandes cambios para poder implementar monocultivos de varios tipos (Acción por la biodiversidad, 2020). Algunos de ellos, como la palma africana, pinos, eucaliptos o soja, son extensiones gigantescas compradas o rentadas a campesinos por agroindustrias externas que bien pueden ser consideradas como megaproyectos que cambian la vocación de suelos y territorios enteros de un año para otro (Emanuelli, Jonsén & Monsalve, 2009).

En cambio, hay otras formas de monocultivo, como el maíz en México, que por ser de siembra tradicional han sido sometidas a procesos más largos de transformación a lo largo de algunas décadas en el contexto de la revolución verde (Pichardo, 2006). Tanto el Estado y agencias internacionales de desarrollo como las empresas transnacionales impulsaron la tecnificación del campo en algunas zonas del país, proponiendo paquetes tecnológicos basados en el uso de semillas hibridas, fertilizantes sintéticos, el uso de maquinaria y, con efecto posterior por el desequilibrio de los ecosistemas, el aumento de agroquímicos para el control de plagas.

Lo que me interesa destacar con este concepto es que esta industrialización, que comenzó en Europa, Estados Unidos y Canadá (GRAIN, 2009, p. 100), ha inducido modificaciones en las formas de producción agrícola, conformando un complejo sistema (Machado, 2002) que está despojando a las comunidades indígenas y campesinas de los territorios rurales, apropiándose de una de sus actividades principales.

Esta evolución histórica del sistema agroalimentario mundial tiene impactos ya sobre el tejido social y territorial. La consecuencia más grave es la ruptura de los entramados sociales porque "el conjunto de relaciones, reglas e intercambios de las organizaciones sociales en un territorio, es decir, las redes institucionales, de transferencia, sociales y de conocimiento que constituyen el tejido social se han trastocado y, en ocasiones, su disolución es irreversible" (Chauvet, 2010, p. 42).

Esto va concentrando más el poder y los medios de producción en grandes empresas transnacionales, que están dominando gran parte de las cadenas de producción y distribución de alimentos, en detrimento de la vida campesina. Por ejemplo, México es actualmente el quinto mercado más importante para Bayer-Monsanto después de Estados Unidos, Brasil Argentina y Canadá, mientras que Cargill es el mayor comercializador del país (Sánchez, 2018).

Entonces, desarrollo y despojo son caras de la misma moneda, al abordar la situación de la agricultura actual: El despojo se está dando, con la sustracción del trabajo, mediante dispositivos como contratos de asociación, reconversión de campesinos en pequeños agroempresarios, creación de nuevos clientes para los insumos y servicios del modelo agroextractivo, pero también a través de la mercantilización de las semillas, saberes y agrobiodiversidad (Giraldo, 2018, p. 99).

Toda la disertación anterior es necesaria para entender este asunto estructural que es la ambivalencia del capital con el medio rural y la agricultura. Los procesos de descampesinización y despojo son una cara en la que, desde el capitalismo, se desprecia lo rural y la vida campesina. Pero la otra cara es la construcción de este sistema agroalimentario mundial, que encarna todas las características de la modernidad y la industrialización como promesas de desarrollo para el campo. En este sentido, las juventudes rurales están en la tensión de esa ambivalencia porque siempre son consideradas tanto por autores académicos como por instituciones públicas o privadas como "actores de desarrollo", lo cual significa todo y nada a la vez. Por ello, es importante contextualizar cómo ha funcionado la agricultura en lo rural en México para poder entender su impacto en lo juvenil.

Como nos indica Pacheco (2003), es fundamental analizar el papel de las juventudes rurales en la estructura social. También se requiere entender el vínculo vida-trabajo de los espacios (Bevilaqua, 2009, p. 621). Esto sirve para contextualizar el panorama de la agroindustria en los últimos años e introduce a la posición desde la cual se propone este análisis y critica al despojo. Para ello, en el siguiente apartado sintetizaré el concepto general de la condición juvenil rural, del cual se desprende la perspectiva intergeneracional.

DESDE LA CONDICIÓN JUVENIL RURAL

La investigación se orientó a comprender la situación de las juventudes rurales, así como las transformaciones sociales en la comunidad ranchera de Palos Altos. Se propició la interacción con distintos jóvenes, adultos y ancianos de la comunidad, procurando un muestreo teórico, quienes fueron entrevistados.2 Además, se hizo un registro de observaciones en distintos momentos de la vida comunitaria. En este proceso de recopilación de datos y reordenamiento continuo de la información obtenida a través de un proceso de teoría fundamentada (Sonoeira, 2006; Strauss & Corbin, 2002), surge el dispositivo teórico-metodológico de la condición juvenil rural (Sánchez, 2020), conformado por tres dimensiones que dan cuenta de la complejidad de la experiencia juvenil y rural.

[El concepto] posibilita analizar el entramado de las dimensiones territorial, estructural e intersubjetiva, para comprender cómo configuran las vidas de las y los jóvenes en sus particularidades; y mostrar un panorama general y a futuro de una localidad rural determinada. La [condición juvenil rural] no es algo estático, que se pueda solamente explicar, su configuración es un proceso que requiere sucesivas interpretaciones para poder comprender cómo se ha ido conformando. La dimensión estructural y la territorial se entrelazan para darle un primer carácter rural a la condición juvenil; mientras que el análisis de la dimensión intersubjetiva, permite mostrar las particularidades y múltiples expresiones de esta condición en el medio rural, a través de la interacción generacional en la vida cotidiana y el reconocimiento de la acción de los y las jóvenes en esos contextos desde sus propias narrativas (Sánchez, 2020).

Entonces, tal condición no es una realidad objetiva ya existente y evidente, sino un modelo de análisis sobre un conjunto de dimensiones interdependientes, que al desarrollarse permiten comprender un sistema de relaciones que dan lugar a lo que conocemos como juventudes rurales, situadas en periodos temporales signados por contextos nacionales e internacionales. Cada dimensión a su vez tiene conceptos secundarios y ejes que permiten enlazar a todo el conjunto (ilustración 1).

Ilustración 1. Representación gráfica del dispositivo teórico-metodológico de la condición juvenil rural

Ilustración 1. Representación gráfica del dispositivo teórico-metodológico de la condición juvenil rural

Fuente: Sánchez, 2020, p. 104.

Todos estos conceptos manejados tuvieron su correlato empírico, es decir, no solo es una colección de conceptos ordenados por la teoría, sino que los conceptos nombran fenómenos y discursos encontrados en el trabajo de campo. Este consistió en un método mixto, cuyas técnicas principales fueron la observación etnográfica con registro de interacciones y conversaciones espontaneas, así como entrevistas focalizadas y a profundidad. Las dimensiones surgieron del continuo análisis de la información a través de las codificaciones abierta, axial y selectiva (Strauss & Corbin, 2002), y de observar e interpretar las relaciones entre conceptos teóricos.

Retomo las reflexiones ubicadas en la parte central del esquema presentado (ilustración 1), ubicando en una línea vertical lo intergeneracional, hacia abajo, pasando por algunos aspectos de biopolítica, justicia intergeneracional, conflicto capital-vida, postdesarrollo y sistema agroalimentario.

La dimensión territorial, con sus ejes medioambiental y corporal, implica que la producción social del territorio es racista, clasista, sexista y adultocéntrica, y va generando desigualdades a partir de las diferencias (Sánchez, 2020). Además, es necesario mirar la pluralidad dentro de la unidad de un territorio rural y en las tensiones inherentes a esa multiplicidad poder "observar en los cuerpos como se expresa el malestar social y la crisis de relaciones sociales" (Antón & Damiano, 2010, p. 21).

El capital domina los territorios, controlando los cuerpos, por medio de un redireccionamiento de las relaciones afectivas y el orden de las sensibilidades entre los pobladores rurales, y sus lugares de reproducción [...]. No puede existir un proceso de control territorial que no se inscriba en el cuerpo, en los flujos afectivos y los horizontes sintientes de los hegemonizados (Giraldo, 2018, p. 16).

Desde la dimensión estructural, se reconocen los procesos de descampesinización y del surgimiento del sistema agroalimentario mundial; sin embargo, falta ir particularizando más, para no quedarnos a escalas macro-, como nos recuerda Giraldo:

El problema de no haber analizado con detalle las estrategias de poder que se entretejen en el trasfondo cultural del desarrollo agrícola y los regímenes alimentarios es que no se perciben las tácticas de subjetivación puestas en marcha para subsumir las corporalidades al andamiaje institucional que está al servicio del sistema económico capitalista. En ese escenario, la ecología política resulta ser el campo interdisciplinar ideal para la agroecología puesto que considera cómo el sistema crea activamente ‘cuerpos dóciles’ necesarios para hacer posible que la naturaleza pase de ser el espacio-vida al cual pertenecemos como seres bióticos, para convertirse en una mercancía que se transa en términos de los valores de mercado y en donde el gran capital, en connivencia con el Estado, decide sobre la vida en un proceso que coincide con la muerte (Giraldo, 2018, p. 12).

Desde este planteamiento paso a hablar de otros conceptos que pueden unir las dimensiones estructural y territorial, introduciendo elementos para la dimensión intersubjetiva. En su obra Ecología política de la agricultura, Giraldo (2018) hace un análisis de lo que llama "agroextractivismo", reconociendo que el progreso y el desarrollo son promesas temporales del agrocapitalismo que culminan en despojo.

Desde la corriente del posdesarrollo, se hace una genealogía de cómo se han ido configurando territorios enteros para ser explotados agrícolamente desde las lógicas capitalistas. El autor nos alerta a percibir las tácticas de subjetivación puestas en marcha para dominar territorios y cuerpos, y ponerlos al servicio del capital. Al mencionar eso, nos mete a la cuestión de la intersubjetividad.

El agronegocio industrial que expande sus tentáculos sobre los campos del mundo, no puede pensarse exclusivamente como un sistema tecnológico y económico-político, sino como una compleja relación de significaciones culturales que le dan sustento a esas mismas configuraciones estructurales que lo hacen posible (Giraldo, 2018, p. 42, énfasis añadido).

Esta relación de significaciones se da a través de las interacciones cotidianas, es decir, es de orden intersubjetivo, pero a la vez es permeada por condiciones estructurales. Por eso es que no se puede comprender lo intersubjetivo sin dar cuenta del contexto más amplio, y no se puede comprender lo estructural y lo territorial sin dar cuenta de lo que sucede a escala micro- que sostiene lo demás.

El carácter rural de las juventudes, otorgado por la confluencia de las dimensiones territorial y estructural, se ve influido por la dimensión intersubjetiva. En las últimas décadas, el Estado, y en específico el desarrollo rural, fue perdiendo centralidad en su papel como transformador del medio rural; así mismo, entraron las tecnologías de comunicación, los consumos culturales y el narcotráfico a dar nuevos sentidos y significados al espacio rural y a los cuerpos que lo habitan, sobre todo a los jóvenes que son socializados en las nuevas dinámicas sociales.

Por otra parte, la biopolítica es un concepto complejo que permite entrelazar las dimensiones propuestas para leer la condición juvenil rural si entendemos el doble significado de territorio como cuerpo y como espacio o ambiente, ambos mediados por una serie de significaciones y prácticas que los configuran.

La conquista de los cuerpos es la herramienta fundamental del desarrollo sin lo cual sería imposible poner en marcha la expansión geográfica de la locomotora agroindustrial. El agronegocio utiliza la biopolítica del desarrollo para fabricar activamente a las poblaciones, haciendo que las personas tengan una percepción de sí mismos, distanciados unos de otros, desamarrados de la tierra, y auto-percibiéndose como comerciantes dependientes de lo que ocurra en los avatares del mercado (Giraldo, 2018, p. 16).

Como se puede apreciar, el ambiente-territorio y el cuerpo-territorio son dos expresiones de los mismos procesos, a distinta escala, y con distintos modos de presentación, pero lo que pasa en uno repercute en el otro. Esto es especialmente importante en estos momentos en que se vive a escala global una crisis ambiental que pone en peligro no solo la reproducción de los cuerpos humanos, sino también de la vida como la conocemos. Por lo mismo, esta dimensión no puede quedar fuera de una explicación integral del concepto central.

Al explorar el conocimiento producido sobre juventudes rurales resalta que, en automático, se considera a los jóvenes como agentes o actores de desarrollo; sin embargo, cuando se profundiza en los estudios ni siquiera hay un acuerdo en lo que significa la juventud rural y mucho menos una crítica al desarrollo y los efectos que ha tenido en lo rural. Para ser un agente estratégico de desarrollo están muy abandonados, pero son nombrados y distinguidos entre una pluralidad de actores de lo rural. Son nombrados a la vez que invisibilizados.

Como menciona Bevilaqua (2009), hasta cierto punto la juventud rural es un invento del capitalismo. Le es útil al capital captar toda la energía vital de esa etapa de la vida en un dispositivo juvenil, por eso la reconoce y la nombra como algo a parte. Esa energía vital que rebosa en todos los cuerpos después de la pubertad es disputada por el capital, como en algún momento fue disputado el cuerpo y la subjetividad femenina, tal como se muestra en Calibán y la bruja (Federici, 2010).

De algún modo, parte de la condición juvenil rural es vivirse entre esa disputa constante de territorios, de subjetividades. Es en las múltiples formas que los jóvenes tratan de vivir en ese caos y que surgen muchas formas de ser joven, es decir, surgen las juventudes rurales. Al calor de estas disputas, las relaciones intergeneracionales toman relevancia, pues lo juvenil no se define por sí mismo, sino en la interacción social. Es en esta que se tejen los sentidos de su condición y también del contexto del agronegocio: "La contundente agresividad y depredación que ha mostrado el capitalismo del siglo XXI ha reconfigurado las relaciones materiales, polarizándolas, e impactando en las posibilidades de una reestructuración de la propiedad a partir de entramados comunitarios en los procesos de intersubjetividad" (Almeida & Sánchez, 2014, p. 131).

La dimensión intersubjetiva de la condición juvenil rural es abordada a través de dos ejes: lo intergeneracional y la acción social desde los jóvenes. Lo intergeneracional se entiende como ámbito inmediato donde se construyen sentidos (Duarte, 2013); la acción social, como una forma de analizar lo que los mismos jóvenes hacen y dicen que hacen (Reguillo, 2010).

Con la dimensión intersubjetiva se busca profundizar en la vida cotidiana y la densidad de los sentidos y prácticas que tienen en su relación con otros y con el entorno. Desde esta óptica, se pueden entender "las relaciones entre capital, cultura y naturaleza, y los dispositivos puestos en marcha para el control territorial y las corporalidades que habitan en diversos espacios" (Giraldo, 2018, p. 12). Los dos ejes de la dimensión intersubjetiva están relacionados; es en la interacción generacional que surgen los sentidos, significados, símbolos y disputas que le confieren algunos sentidos a lo juvenil (intergeneracional). Además, es en ese ámbito inmediato donde comienzan a tomar posturas y acciones en torno a lo que viven (jóvenes como actores sociales).

Los procesos de cambio, estructurales y territoriales, que ha impulsado el desarrollo tienen un correlato y un aterrizaje en la vida cotidiana de las comunidades. Acceder a ella solo es posible reconociendo las diversas interacciones en las cuales se elaboran los sentidos y significados compartidos. Una forma de hacerlo es visibilizar las diferencias a partir de las relaciones intergeneracionales y desde ellas ver los procesos de tensión y disputa presentes ante los cambios que van aconteciendo en una comunidad.

LA PERSPECTIVA INTERGENERACIONAL

Al realizar algunas observaciones y entrevistas en Palos Altos, enfocando la vivencia de la cuestión agrícola tanto desde la visión juvenil como desde la de los padres y abuelos, comenzó a surgir un entendimiento del proceso de implantación de agricultura en clave generacional. Los testimonios apuntan a que la instauración del sistema de monocultivo de maíz en Palos Altos había tenido un acontecer particular según las edades y las etapas, y que no podía ser abordada la juventud rural sin dilucidar las relaciones entre despojo, desarrollo y juventud con la cuestión de los monocultivos y el agroextractivismo.

Como se mencionó, revisando la historia del desarrollo de la agricultura en la memoria de los ancianos, la migración fue abriendo paso a aceptar las innovaciones que propondría la revolución verde. Cuenta uno de los braceros, que actualmente es de los más viejos de la comunidad, a propósito de la influencia de la agricultura estadounidense en México:

Decían algunos, no me acuerdo en qué año, que Estados Unidos iba 50 años adelante que aquí en México. 50 años de diferencia había. Lo que allá se usó hace 50 años, aquí nada todavía; pero también dicen que en una temporadita corta avanzó sabe cuánto, que se le dio una arrimadita a Estados Unidos en cuestión de trabajos de campo y así. Aquí estaba así porque la gente no tenía con qué [...] otras decían: ‘No, es que los americanos son listos’; pero no es cierto, aquí en México hay gente más lista, pero no hay las facilidades que ellos tienen. Allá los niños desde que nacen ya casi salen manejando un carro, y pues ya a los ocho años ya son choferes [risas]. Allá los gringos no batallaban ya de nada, como en México. Pero ahorita, ya en México, cuántos hay que ya saben manejar una máquina, ya casi toda la muchachada de los nuevos saben, y antes ni nuevos ni viejos (entrevista a B. D. S.). 3

Como muestra este testimonio, estaba instalada la noción de un desarrollo progresivo en el cual México estaba atrasado; además, señala la importancia de las diferencias generacionales. La nueva muchachada viene preparada para las nuevas formas de producir y de estar en el mundo.

La modernización del campo fue abriendo una brecha entre padres e hijos. Aunque había cierta aceptación de los cambios tecnológicos por parte de los adultos, los ancianos de aquel entonces se resistían más a las innovaciones; sin embargo, la presión económica y los primeros resultados fueron convenciéndolos. Para los más jóvenes no se presentaba la misma resistencia, pues la modernización prometía disminuir el trabajo, al que apenas se estaban acostumbrando.

El cambio del arado al tractor transformó drásticamente la forma trabajar. Mientras que para un ranchero toda la temporada "de secas" era tiempo de preparar la tierra con sus yuntas junto con sus hijos, los tractores lo hacían rápido. Recuerda un anciano sobre los primeros que llegaron: "En una noche disquearon todo el rancho. ¡No, cabrón! Nomás se oía la zumbata de las maquinas, nomás volaba la tierra pa todos lados" (entrevista a B. D. S.). Respecto a la resistencia de los viejos frente a los cambios, y al papel de los jóvenes en su aceptación, el bracero comenta:

En Cuquío, le decían a un señor rico, cuando ya varios de los demás ahí tenían tractores: ‘Mire, don José, compre tractores’. Y él les decía: ‘¿Yo pa qué diablos quiero tractores?, si tengo 40 yuntas de bueyes trabajando diario’. ‘Pos un tractor hace más que sus 40 yuntas de las buenas’. ‘¡No’mbre!, ¡es capaz! Los bueyes hacen más’. ‘No, señor, hace más un tractor... Y luego 40 yuntas son 40 personas trabajando y el tractor es una sola, además 40 yuntas son 80 bueyes’. Pero un hijo se le metió por la buena y lo hizo comprar un tractor. Y a poco ya tenía tres tractores (entrevista a B. D. S.).

Esta anécdota es interesante porque además de mostrar la relación entre dos generaciones respecto al tema de la modernización, también revela con números sencillos la implicación laboral que tuvo la maquinización en el campo. No obstante, esto fue percibido como "un cambio muy bueno que estuvo, el cambio de trabajo, de todo. Luego luego se notó mucho la diferencia" (entrevista a B. D. S.). Era inevitable no ver las dos caras de la moneda:

Por una parte, estuvo bien y, por otra parte, estuvo mal porque a mucha gente se le fueron acabando los trabajos. Mucha gente decía: ‘Se fue acabando la chichita’ con las máquinas porque se acababa el trabajo. El trabajo era duro, pero la gente estaba acostumbrada así (entrevista a B. D. S.).

De esta manera, a la par que el campo se iba modernizando, también iba generándose una población que cada vez se vio más orillada a la migración, es decir, se iba descampesinizando y entrando en un círculo vicioso.

Por otra parte, otro elemento de la modernización agrícola fueron las semillas híbridas, y respecto a este tema también se nota el papel que tuvieron los jóvenes en la aceptación de la tecnología:

Una vez estuvimos en una yunta con mi apá y había otros señores, y estaban platicando del maíz mejorado y ya les digo: ‘¿Cómo no va a ser negocio?, ¿cuánto vale un saco de semilla y cuántas toneladas más da?’. Y ya se quedaron nomás mirando, pues que qué estaba pasando, se estaban quedando atrás, y se voltearon a ver así de ‘estamos mal’. Ellos eran mayores que yo, pero todavía no miraban que sí redituaba el invertir, pues. Si el criollo te daba tres toneladas y el mejorado te daba cinco, entonces te pagabas la semilla y te sobraba dinero, o sea, era redituable hacerlo. Y ellos todavía estaban planeando sembrar un saquito o dos y de ahí sacar semilla para el otro año, de ese costal que compraron, porque ya no se caía mucho, pero ya no te daba el mismo rendimiento para el otro año. Pero todavía su mentalidad era seleccionar para el otro año. Y empezamos a echar y la gente fue viendo y fue viendo, y de ahí hasta la fecha (entrevista a B. R. M., 2019).

Como se puede observar, el desarrollo agrícola no se dio solo, sino que las relaciones sociales ahí presentes comenzaron a sostenerlo y a transformarse, por lo que es necesario profundizar en esa perspectiva de la interacción generacional.

Enfocarse en las generaciones es "una manera de realizar análisis intermedio entre las dimensiones macro y micro" (Phelan, 2016, p. 3). El análisis de generaciones permite "capturar la relación entre los tiempos históricos, los familiares y los biográficos (o personales)" (Caïs, Folguera & Formoso, 2014, p. 47); así como explorar las respuestas de personas y grupos en relación con sucesos históricos.

Esta categoría relacional: lo generacional, nos permite pensar y comprender las acciones, discursos, cosmovisiones, sentimientos y otras formas de vida de los grupos juveniles en distintos momentos de la historia, desde los estilos que las relaciones sociales que asumen van tomando, en directa relación con otros grupos sociales —adultos, adultos mayores, infancia— y entre ellos mismos (Duarte, 2002, p. 101).

Al poner la problemática de los monocultivos y el agronegocio en clave intergeneracional es posible complejizar con el nivel micro-, lo que de otra manera se ve como despojo en general a nivel macro-, permitiendo visibilizar otras aristas de los fenómenos. En este juego de tensiones, la agricultura y la vida campesina se perciben de manera distinta: "Por primera vez de forma generalizada las familias rurales mexicanas están reduciendo el horizonte de sus previsiones al de una generación, lo que ponen en grave riesgo el siguiente eslabón de la cadena que conforma la milenaria historia campesina" (Bartra, 2011, p. 33).

La perspectiva de tres generaciones ha sido usada en distintos estudios, uno de ellos es el estudio de género sobre hombres de tres generaciones, en el que se rastrean las transformaciones en la experiencia de género de hombres rurales del estado de Sonora (Núñez, 2013). De manera similar, he presentado relatos de vida de tres hombres, centrados en su experiencia como jóvenes y en relación con el trabajo agrícola y las problemáticas en torno a economía y medioambiente (Sánchez, 2020). Para fines de este artículo, retomo algunas viñetas de estos relatos, ordenándolos por su coincidencia en algún aspecto de la agricultura, y los organizo a manera de tres columnas para poder tener en un vistazo los relatos de las tres generaciones.

Un aspecto común en el estudio de las juventudes es el inicio de la edad laboral como paso a la adultez. En el medio rural es muy temprana, por lo que este límite se desdibuja. Respecto a la edad de inicio de las labores agrícolas y del trabajo con la tecnología, aquí se pueden notar las diferencias. Un inicio muy temprano fue el del abuelo y el del padre, y se observa un comienzo más tardío en el hijo; el abuelo tuvo acceso a un tractor hasta que ya era un adulto maduro (cuadro 1).

Cuadro 1. Comparativa intergeneracional sobre la edad de inicio laboral

Abuelo Padre Hijo
Empecé trabajando desde los siete a ocho años cuidando las vacas. Y ahí a los nueve años ya empecé a agarrar yunta para sembrar.

Hasta 1966, ahí compramos tractor. 33 años tenía yo.
Yo le ayudaba a mi papá en todos los trabajos. Empecé como de siete años. Primero le ayudaba a mi mamá, cuidando las vacas,

Todavía me tocó trabajar con los bueyes, como hasta los quince años, cuando salí de la primaria ya había llegado el tractor.
Comencé como a los dieciséis años. Los primeros trabajos fueron como a los doce o trece años, que empezamos a hacer revolturas para las vacas, en la ganadería, y de vez en cuando me subía a los tractores. Y me llamó más la atención el trabajo que el estudio.

Un componente fundamental de la revolución verde han sido los agroquímicos. En perspectiva intergeneracional, se puede notar cómo el contacto con ellos es muy diferenciado, y comenzó a distintas etapas de desarrollo. Mientras que para el abuelo el contacto fue después de los 30 años, teniendo su infancia y juventud libre de esas sustancias; el padre, por su condición de joven y varón subordinado a su papá, fue el que más contacto tuvo, puesto que su rol es ser el trabajador de la familia. El hijo ha sido más cuidado, puesto que se comienzan a ver los efectos de estas sustancias en el cuerpo y la salud; sin embargo, él tiene contacto con ellas prácticamente desde antes de nacer y en todo su proceso de crecimiento, lo que aumenta el riesgo de tener efectos adversos (cuadro 2).

Cuadro 2. Comparativa intergeneracional sobre el uso de agroquímicos

Abuelo Padre Hijo

El fertilizante y las semillas mejoradas, si tú quieres, trajeron problemas, pero también trajeron mucho progreso. Los insecticidas más que nada perjudican el ambiente, envenenan el campo, pero pues como que no ha sido factor de mortandad.

Mi nieto, cuando nació, ya gateaba en veneno.

Mis padres, mis abuelos de 70 años se murieron. Yo tengo 85 ya. La mayor parte de la gente se muere ya de arriba de 80 años.

Mi hijo ya no es un nombre ágil. Yo todavía hasta los 80 años fui hombre fuerte, cuando me fregué el tobillo tenía 76 años, y yo seguí funcionando bien. Yo me aventé 83 años se puede decir que bueno y sano.

Mi papá también se ponía la mochila, pero yo creo que a mí me tocó más que a él colgármela,

Decía mi papá: ‘Las vacas dan los bueyes y las mujeres los peones’.

Una vez ya mi papá mismo lo dijo, que qué andaba haciendo, ‘no, a este ya me lo acabé, ya a estas alturas y con esos problemas’.

Los venenos siempre han traído advertencias, y si tú preguntabas siempre decían que había que usar guantes y un equipo especial, pero nadie lo usábamos, y eso trajo problemas. Según yo, mi problema de ahí viene, me salió un tumor entre la espalda y las costillas.

Si me ha tocado aplicar los químicos, casi todo los años me ha tocado, pero yo ya con los tractores. Pero ya más grande, como a los 18 o 19 años. A veces me he colgado la mochila, muy poco, pero si lo he hecho,

Mi papá sí nos protegía mucho por eso, porque son químicos muy fuertes,

Yo creo que eso de los químicos sí tiene que ver algo, porque es menos vida a veces, no sé antes cómo fuera, como la edad de mi abuelo y ellos, ¿eda?, a lo mejor duraban más, y ya ahorita la gente ¿qué tanto dura? 50 o 60 años y ya empiezan con infartos y eso. Está canijo llegar a la edad de ellos.

Revisando la cuestión económica nuevamente se ven diferencias generacionales. El abuelo es quien percibe la revolución verde como un crecimiento económico exitoso, pudiendo a lo largo de su vida productiva equiparse con maquinaria y comprar tierra con las ganancias obtenidas. El padre es quien tiene una perspectiva de la agricultura de antes y después de la revolución verde; alcanza a notar que ya se está comprometiendo la vida del suelo, llegando a los limites ecológicos de la actividad productiva. Por su parte, el hijo que ya nació en una agricultura plenamente industrializada no alcanza a comparar en términos ecológicos ni percibe la gravedad, pero sí nota en términos económicos la situación de precariedad de la vida agrícola industrial, que solo fue "exitosa" plenamente para una generación.

Cuadro 3. Comparativa intergeneracional sobre la situación económica de la agricultura

Abuelo Padre Hijo

Cuando producíamos tres toneladas por hectárea, la tierra valía $2 000 por hectárea. Para comprar tierra fue buenísimo; con ese maíz comprábamos la hectárea entonces. Ahorita para comprar una hectárea de tierra no muy caro no muy barato: unos $300 000 por hectárea. ¿Cuánto maíz necesitas para sacar $300 000?, si tienes un promedio de diez toneladas por hectárea. Ni con 100 toneladas alcanzas a comprar una hectárea de tierra.

En [1997] compramos la última tierra un poquito más o menos y ya de ahí ya no pudimos, ya no había muchas utilidades del maíz y las cosas más caras. El dinero que saques de la cosecha pequeña para sobrevivir nomás para seguirle topando.

Para seguir viviendo de la agricultura, la tierra no aguanta mucho. Yo lo que digo es que, si seguimos aplicando todos esos productos tan fuertes, ahorita que ya metemos para sellar y todo eso, ¿qué nos vamos a unos diez años? ¿Qué vamos a hacer la tierra estéril?

Mi hijo todavía va ser un joven, de unos 33 años. Sabe qué reto los espere, eh. Porque para la agricultura ya no hay apoyos buenos en el Gobierno, y de ahí tiene que mantenerse; y este otro, si hay suerte, que está estudiando, él a lo mejor todavía se puede abrir otra fuente de empleo, donde pueda hacer su vida, sin tanto desgaste para el también, y a lo mejor hasta una vida más cómoda. Este [hijo que se dedica a la agricultura] va a andar diario matado, y diario le va a tocar algo similar a lo mío, diario trabajando macizo en el campo. Y no progresa uno gran cosa, no te dan chanza con esos precios que te dan.

Económicamente, pues a lo que platican ellos, hacían más antes que ahora. Para dedicarse a la agricultura ahora es más fácil porque es más cómodo, por la maquinaria y eso, pero a la vez es más difícil por lo del cambio climático.

Sí está muy cabrón y, como te digo, es como un laberinto. Todo tienes que llevar un control. Antes había apoyos y ahora los están quitando. Es una tristeza el campo. Y todo, en los estudios hemos visto que es un mundo de gente y no hay mucho empleo.

De año a año todo sube. Nomás como el diésel. Vamos hablando de eso: de lo que yo me acuerdo estaba como a nueve o diez pesos, y ahorita está a veintitantos; en refacciones, en semilla y todo eso sube, no me acuerdo bien, pero costaba como $2 000 el costal, y ahora está como a $4 000. Y el maíz igual, desde que me acuerdo ha estado, en este tiempo, entre tres y cuatro pesos. Lo único que no ha cambiado de precio es el maíz.

Por otra parte, focalizando el análisis en términos ecológicos, respecto al tema de las plaga en el cultivo de maíz y el uso de agroquímicos, en el cuadro 3 se puede notar en los discursos la aceleración del problema. Para el abuelo fue algo que se presentó gradualmente, y en proporción a sus años de vida no le representa un riesgo muy considerable. En cambio, el padre sí expresa la rapidez del problema y su implicación en términos económicos, pues entre más aplicaciones se hagan al cultivo se reducen las pocas ganancias que hay. La trayectoria del hijo en la labor agrícola ha sido durante el crecimiento del problema.

Cuadro 4. Comparativa intergeneracional sobre la situación económica de la agricultura

Abuelo Padre Hijo

Empezamos con el abono en [1950] y pasaron diez o más años si tú quieres para usar los híbridos, por ahí del 70. Y en todo ese tiempo no se ocupaban insecticidas; eso llegó últimamente, el hijo de su madre, muy pesado.

En estos diecisiete años que llevamos [2000-2017], el que quiso sembrar de ahí para acá ya ocupó insecticida. Antes no se ocupaba nada y se daban las matononas grandes.

Ya fue pegado al 2000. En ese tiempo fue cuando se vino fuerte la plaga a la raíz y ahí empezamos. Todavía mucha gente, no quería uno echar insecticida porque era otro gasto extra ya más.

En aquel tiempo no usabas el insecticida casi, todavía se daba el maíz: lo sembrabas y con su abono se iba.

Demasiado, va muy recio esto. Empezamos con el insecticida, a poco ya no fue suficiente ya hay que meter el otro.

Las plagas son más fuertes cada vez, se controlan mucho menos. Cuando yo empecé [hace diez años], se controlaba más fácil, y ahorita son más tiradas de hierba para controlar plaga.
A mí me toco empezar tirando una sola vez, y ahorita ya son como tres o cuatro veces; como que la plaga se hizo inmune o yo no sé. Ocupas tirar la hierda más seguido, y tiran cosas más fuertes. Y no controlas el 100%. A lo mejor también las lluvias controlaban más, llovía y se iba la plaga. Más el calor, si sigue lloviendo seguido se controla más, pero si no llueve hay que echar seguido hierba.

Hasta el cuadro 4 se puede observar cómo se encarnó en las vidas cotidianas de tres generaciones la revolución verde, que luego desembocó en un agroextractivismo cada vez más feroz, impulsado por el gobierno de Jalisco a través de la estrategia conocida como "Jalisco, el gigante agroalimentario de México" (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, 2014).

En sus propios relatos, a veces sin darse cuenta, estos hombres van contando cómo se va cayendo el negocio de la agricultura que en un principio les motivó y cómo siguen ahí atrapados tratando de que este año "ahora sí" sea el bueno. En las tres generaciones, en diferentes entrevistas, hay relatos parecidos sobre la salud y el cuerpo, relacionados con la contaminación por agroquímicos y por el cambio de hábitos alimenticios. Pareciera que para las tres generaciones es evidente la degradación, aunque atribuyan significados distintos.

Sobre estos relatos surgen varias preguntas: ¿Qué significó para esos ancianos y sus padres en aquel entonces un cambio tan radical en las formas de producción agrícola? ¿Hasta qué punto fueron obligados por el modelo de desarrollo rural hegemónico que les prometió una vida mejor? ¿Hasta qué punto esa vida sí es mejor para ellos en su propia perspectiva y vida concreta sin tomar en cuenta aspectos más globales sobre el estado actual del mundo? ¿Qué sienten las hijas y los hijos de sus padres cuando los piensan como la causa del problema de la contaminación ambiental, sin pensar en el contexto más amplio de condicionamientos al que sus padres se han visto obligados?

Una mirada superficial de estas tensiones podría ver ahí un conflicto generacional clásico, donde una generación no entiende a la otra. Con la investigación se puede sostener que por los mismos cambios sociales, económicos y ecológicos, y la crisis multinivel que se está viviendo, se necesita una mirada aún más allá del conflicto para pasar a una situación donde las generaciones están encarnando la disputa de un modelo socioeconómico como el capitalismo contra la vida misma. 4 ¿Ese conflicto capital-vida (Pérez, 2014) está en un punto donde las nuevas generaciones, al preguntarse por su vida y su futuro en lo inmediato, ven a través de sus padres al sistema entero? ¿Hay un traslape entre el conflicto generacional y el conflicto capital-vida?

El Estado y sus intervenciones de desarrollo han funcionado como una especie de cártel de droga. En un inicio, cuando hay un nuevo modelo o tecnología de desarrollo, el Estado lo regala, lo impulsa, promueve que algunas comunidades lo prueben y otras lo deseen. Conforme la intervención va modificando pautas comunitarias y va deshabilitando a la gente porque la va haciendo dependiente, el Estado comienza a retirarse, y lo que antes regalaba o facilitaba (por ejemplo, regalaba semillas hibridas o subsidiaba el diésel), comienza a aumentar de precio, de manera que se va creando un círculo vicioso de dependencia y destrucción.

La agricultura es el mejor ejemplo de ello: el suelo actualmente es agrotoxicodependiente. Lo que le pasa al suelo les pasa a los jóvenes de la comunidad con las drogas. Es un mismo modelo que se replica a otra escala. El padre depende del cártel agroindustrial, el hijo del cártel del narcotráfico. Pero la visión adultocéntrica se escandaliza de las drogas y no de los agrotóxicos a pesar de ser una realidad similar.

En los estudios rurales y de crítica al desarrollo, se habla mucho de la acumulación y despojo, así como de los movimientos y luchas de defensa de territorio que se oponen directamente a proyectos como represas, minería, carreteras, pues son más evidentes y violentos los conflictos. Sin embargo, existe otro tipo de control territorial y de despojo muy poderoso, en tanto que "es más silencioso cuando incorpora; cuando se hace con el consentimiento de la población" (Giraldo, 2018, p. 15). La investigación señala que no es así, eso fue aceptándose mientras hubo un proceso generacional de cambio y erosión de ciertos soportes de vida que se transmitían generacionalmente. En ello estuvo presente la configuración de lo juvenil, como un dispositivo que reorientó las relaciones intergeneracionales y permitió una mayor penetración del desarrollo rural hegemónico.

Giraldo (2018) se pregunta cómo el capital domina los territorios, y señala que es "controlando los cuerpos, por medio de un redireccionamiento de las relaciones afectivas y el orden de las sensibilidades entre los pobladores rurales y sus lugares de reproducción" (p. 16).

La escisión de los pueblos de sus territorios de vida ocurre no con la exclusión, sino a través de la expropiación de las condiciones de habitabilidad autónoma y su inclusión funcional al sistema, operación que lleva a cabo a través de múltiples dispositivos desterritorializantes aglutinados bajo el nombre de ‘desarrollo’ (Giraldo, 2018, p. 103).

Esta investigación muestra que uno de esos dispositivos es lo juvenil en lo rural, en tanto que lo juvenil surge a la par del desarrollo y es la fuerza de los jóvenes la que se considera en muchos discursos como el motor de desarrollo. Además, como lo evidencian las entrevistas, es a partir del ímpetu juvenil que algunos padres campesinos aceptan de sus hijos lo que quizá no aceptarían como imposición directa del capital.

Conclusiones

El sistema agroalimentario mundial trastoca la condición juvenil, especialmente en buena parte de los territorios rurales, sobre todo aquellos en los que el agronegocio ha intervenido y crecido más activamente, como es el caso de la zona Ixtlahuacán-Cuquío y de la comunidad de Palos Altos. La agricultura, como funciona actualmente, más que desarrollo es despojo porque va precarizando a un ritmo acelerado las condiciones de vida, de los adultos y, con más fuerza, de los jóvenes y generaciones venideras. Por esto es que muchos jóvenes ya no pretenden seguirse dedicando a la agricultura; quienes sí lo desean se ven enfrentados a una serie de obstáculos que sufren desde lo individual, cuando en realidad son de orden estructural. Como ejemplo basta el cálculo de un joven de 27 años que ya se dedica a este negocio y que reflexiona:

Ahorita como están las cosas, para dedicarme a la agricultura, digamos con una familia de cuatro personas, para vivir más o menos así a gusto, a lo mejor serían necesarias unas 15 hectáreas. Le inviertes unos 15 o $16 000 por hectárea para los insumos y eso es la mitad, contando ya la maquinaria básica, tractor. Para como está el precio de todo lo demás que se ocupa y para sentir que está siendo bien pagado mi trabajo, pienso que más o menos el maíz debería costar de menos unos nueve o diez pesos [actualmente cuesta 3.80 el kilogramo]. Si el Gobierno no apoya, vivir en el campo es muy duro (entrevista a B. R. A., 2019).

Contrastando con esta aspiración, mirando desde lo macro- y de manera descarnada desde los procesos de despojo y descampesinización, el capital necesita jóvenes que deseen irse del campo, que su horizonte de realización sea lejos de su origen campesino; por ello, muchos se van o viven infelices en el campo. No obstante, también necesita jóvenes como este, desligados de una tradición campesina antigua, que crean que es posible ser exitoso en el agronegocio con la tecnología y la información suficientes, y que lo intenten a pesar de la devastación ambiental y las dinámicas de explotación que los afectan. Se necesitan jóvenes que piensen que el futuro está más adelante en la promesa de más y mejores tecnologías y rendimientos, y no en la dirección de la agricultura con dignidad, modesta y a pequeña escala en las condiciones particulares.

Pero si encarnamos esta mirada en cuerpos concretos, en interacciones generacionales, la historia se hace más compleja. No es posible desligar tan tajantemente los "deseos" de algo tan abstracto como el capitalismo y la agroindustria de los deseos concretos y las vidas de jóvenes, que intentan sobrevivir y darle un sentido a sus vidas a algo que está escindido a una escala muy difícil de distinguir: la subordinación histórica del campo a la ciudad.

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CÓMO CITAR ESTE TEXTO

Sánchez, D. (2021). Desarrollo y despojo en la agricultura, una visión intergeneracional desde la condición juvenil rural. Punto Cunorte, 7(12), 98-128.

* Doctor en Desarrollo Rural. Investigador en espacios rurales con metodologías cualitativas y participativas, y en temáticas de juventudes, género, territorialidades y efectos de la agroindustria. Psicólogo social con más de 15 años de experiencia en trabajo comunitario. 12 años de experiencia en atención psicológica a familias y personas de contexto rural. Promotor de grupos para la autogestión social (en especial de mujeres y jóvenes en comunidades rurales). Educador popular, con experiencia formativa en talleres, cursos, conferencias. Gestor de proyectos sociales ante entidades gubernamentales y fundaciones. Ponente en 15 congresos académicos nacionales e internacionales.

Fe de erratas:
"Doctor en Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Postdoctorante por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en la Maestría en Gestión y Desarrollo Social de la Universidad de Guadalajara, México. Psicólogo social y director de Caracol Psicosocial A. C."

1 Este artículo presenta algunas reflexiones que forman parte de la tesis doctoral "Palos Altos entre la muchachada y la juventud: la condición juvenil rural en una comunidad ranchera de Jalisco" (Sánchez, 2020).

2 En total, para la tesis fueron entrevistadas más de 50 personas (28 a jóvenes entre 13 y 29 años). En cuanto a este artículo, se utilizó la información de cuatro entrevistas, tres de ellas fueron literalmente hechas a las tres generaciones, es decir se entrevistó al abuelo, al padre y al hijo de una misma familia.

3 Las entrevistas fueron realizadas en 2010 y las grabaciones fueron recuperadas para la tesis doctoral (Sánchez, 2020).

4 Un buen ejemplo es el fenómeno alrededor de Greta Thunberg, joven activista sueca de dieciséis años, que en 2019 se hizo notoria a nivel mundial en el ámbito del activismo contra el cambio climático. En una de sus intervenciones frente a la onu expresó: "Nos están fallando, los jóvenes nos estamos dando cuenta de su traición. Los ojos de las futuras generaciones están sobre ustedes y si eligen fallarnos nunca los perdonaremos".